La vocación al Sacerdocio
ministerial se inserta en el ámbito más amplio de la vocación cristiana
bautismal de la que todos participamos, mediante la cual el Pueblo de Dios,
constituido por Cristo a través de «una
comunión de vida, de amor y de unidad, es asumido también como instrumento de
redención universal y enviado a todo el universo como luz del mundo y sal de la
tierra». La llamada es actual porque se nos llama a ser Sacerdotes de este
momento, del siglo XXI, pero Sacerdotes para predicando a Cristo en toda su
verdad y plenitud.
Sera misión de todos los Cristianos
cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones,
en especial de las vocaciones al sacerdocio. Escuchemos la voz de Cristo, que
invita a todos “a rogar al Dueño de la mies que mande operarios a su mies” (Mt
9, 38; Lc 10, 2), con particular atención a las vocaciones a la vida consagrada
y al Sacerdocio, que en la actualidad no pasan por su mejor momento.
Es necesario sostener las
iniciativas que permiten acoger el don divino de nuevas vocaciones en nuestras
Parroquias, Hermandades o en las propias familias: sobre todo con la oración
personal y comunitaria, siguiendo en la certeza de que Dios nunca abandona a su
pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales al sacerdocio y a la vida
consagrada, para que sean signos de esperanza para el mundo. Algunos momentos
del año litúrgico favorecen este fin, por ello se estableció la celebración
anual de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones en el IV Domingo de
Pascua, llamado del Buen Pastor. Todos los que nos sentimos llamados a
participar del Sacerdocio de Cristo tenemos que sentirnos identificados con la
figura humilde y a la vez portentosa del Buen Pastor, Él está dispuesto a
buscar la oveja que se perdió. Cuantas veces a lo largo de nuestra futura vida
Sacerdotal tendremos que hacer esto, en la actualidad tenemos la peculiaridad
de tener una oveja dentro de la Iglesia y el resto fuera. Es sin duda un
verdadero compromiso.
Con generosidad y espíritu
eclesial, tenemos que estar abiertos y promover no sólo las vocaciones para el
servicio de la propia Diócesis o de la propia nación, sino también a favor de
otras Iglesias particulares, según las necesidades de la Iglesia universal,
secundando la acción de Dios, que llama libremente a algunos al Sacerdocio
ministerial en una Iglesia particular, a otros a ejercer el ministerio en un
Instituto de vida consagrada o en una Sociedad de vida apostólica, y a otros en
la Missio ad gentes. Es una riqueza que siendo todos llamados al Sacerdocio,
luego es el Señor quien nos ira llevando por los que caminos que nos tenga
preparados. El concilio Vaticano propuso a los Sacerdotes que busquen en María
Santísima el modelo perfecto de su propia existencia, invocándola como “Madre
del Sumo y Eterno Sacerdote” invitando además a los Presbíteros “a venerarla y
amarla con devoción y culto filial”. Bajo el manto de la Madre de Misericordia
están la vida y la acción de los Sacerdotes, y de los Seminaristas que nos
preparamos para un día llegar a serlo. A ella también rogamos por las
Vocaciones al Sacerdocio, para que interceda ante su hijo y siga bendiciéndonos
con numerosas y santas vocaciones al servicio de nuestra Iglesia de Huelva y de
la Iglesia Universal.
José Manuel Romero Martín.
Seminarista del Seminario
Diocesano de Huelva.
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