¡Preparemos el camino al Señor!
Cercana ya la Navidad “nacimiento
de Cristo, el Príncipe de la Paz” hemos de prepararnos para despertar en
nosotros y en el mundo entero la esperanza de la paz. El Adviento, este tiempo
litúrgico fuerte que hemos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio,
para acoger una presencia. Es una invitación a comprender que en cada
acontecimiento, de nuestra vida, él se hace presente. Todo el Adviento resuena
como un "Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración
adquiere en las preces de la Iglesia.
El Adviento significa “venida, llegada”.
La Iglesia celebra el Adviento durante los cuatro domingos anteriores a la
Navidad y culmina con la Epifanía. El mensaje del Adviento contempla la que es la gran venida del Señor (La Parusía), que vendrá con poder para juzgar a las
naciones y la primera que conmemoramos en la Navidad.
Casi al principio del Aviento
celebramos de María la solemnidad de la Inmaculada Concepción para alabar y
bendecir a la que la escogió para ser la madre de su Hijo. Por eso, la preservo
de todo pecado. Ella es modelo para la Iglesia, pues lo espero con inefable
amor de madre. María es la "llena de gracia", la "bendita entre
las mujeres", la "Virgen", la "sierva del Señor". Es también
la Virgen de la escucha y de la acogida. Como Madre del Verbo Encarnado, ha
hecho posible su ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.
En este itinerario de espera y de
esperanza del Adviento, la Iglesia se identifica más que nunca con la Virgen Santísima.
¡Ella es su modelo y su imagen más
perfecta!. Que Ella, la Virgen de la esperanza, nos ayude para que abramos los
corazones a aquel que trae, con su venida entre nosotros, el don inestimable de
la paz a toda la humanidad. Y también nos ayude a mantener viva nuestra esperanza
y a dejar que la Palabra ilumine nuestra oscuridad.
¡¡Feliz Navidad de esperanza para todos!!