miércoles, 29 de noviembre de 2017

ANTE TODO… ¡LLAMADA!

          A menudo me pasa que, cuando me piden que hable sobre mi vocación, normalmente comienzo hablando sobre Dios. Y alguno podría sentirse cuestionado sobre esta forma de tratar el tema vocacional. Quizás, muchas veces, hemos incidido tanto en la vocación como elección personal, como proyecto de vida de la persona, que se ha podido difuminar el sentido de esta palabra. Y cuanto más hoy al encontrarnos en una cultura fuertemente individualista que tiende siempre a poner el acento en el «yo» como fuerza motora de todo.

            La palabra vocación viene del latín «vocatio» que significa llamada. Es por eso, que este término encaja bien con aquello que los cristianos de todos los tiempos han llamada la «vocación cristiana». Y es que esta última no es más que la llamada que hace Dios a cada persona a vivir en comunión con Él. Imagina que recibes por teléfono la llamada de un personaje importante al que admiras mucho. ¿Qué harías? ¿Qué sentirías cuando te dieras cuenta de con quién hablas? Sin duda, te parecería increíble, pero te darías cuenta de que es real. ¿Qué ocurriría si el que llama a tu vida es Dios? Sin duda, parecería más increíble aún. ¿Y si te digo que Dios llama cada día a tu vida para que vivas en el amor?

            
            Sí, ¡Dios te llama a vivir en comunión con Él!. Dios quiere que todos «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). La prueba de ello está en que Dios se hizo uno de nosotros, «se hizo carne» (Jn 1, 14), murió y resucitó para que podamos ser «hijos de Dios» (1 Jn 3, 1). ¡Pero vaya «suerte» tiene el ser humano: Dios lo llama a ser su hijo! Y a Dios no le bastó con querer que seamos hijos suyos, sino que, precisamente, por ser hijos suyos, quiere que cada uno de nosotros viva ese gozo de participar de su amor de una forma concreta. Es la llamada a la «vocación de vida». Y es aquí donde se sitúa la llamada al sacerdocio, a la vida consagrada y al matrimonio: llamada a vivir el ser hijo de Dios de una forma concreta porque cada uno de nosotros es único e irrepetible. Y Él mismo nos da incluso la fuerza (¡su gracia!) para responder libremente a esa llamada. Porque, ¿quién puede responder a la llamada de Alguien que es infinitamente mayor que uno mismo si Este no le ayuda? ¡Vaya locura de amor la de Dios!



            En mi caso, a través de los diferentes acontecimientos de la vida, del trato frecuente con el Señor en la Eucaristía, de la escucha de su Palabra, de personas que se han cruzado en mi camino… he podido escuchar la llamada de Dios al sacerdocio. Sí, esa es la llamada que Dios me ha hecho para vivir concretamente el ser su hijo. Visto así, ahora sí que puedo hablar de mi vocación, de respuesta, de proyecto de vida de mi persona, en tanto y cuanto es Dios el que me ha llamado, el que me ha dado su fuerza para responder y el que me sostiene cada día para seguir respondiendo cada día a la llamada a ser sacerdote.


                                                                                  Juan José Feria Toscano.
                                                                                     Seminarista de 3º curso. 




                                                                                                                     












lunes, 27 de noviembre de 2017

Encuentro de seminarios del sur de Españ en Granada

Encuentro de Seminarios del Sur de España 2017, en Granada, donde hemos participado siete seminaristas de Huelva, el Señor Rector y el Señor Formador del Seminario.