viernes, 23 de febrero de 2018

La Vocación Sacerdotal: Actualidad de la llamada de Dios

Hablar de Vocación en la actualidad es algo difícil, pero si además le añadimos el apellido Eclesial pasa a ser imposible dentro de la visión social. Pero Dios sigue llamando, su amor por el hombre no es objeto de modas, sigue estando dispuesto a llamar a cada uno por su nombre y enviarnos a anunciarle según su voluntad. Las vocaciones eclesiales son una manifestación de la inconmensurable riqueza que Cristo sigue ofreciendo y, por tanto, deben ser valoradas y cultivadas con toda solicitud pastoral, para que puedan florecer y madurar. Entre las diversas vocaciones, suscitadas incesantemente por el Espíritu Santo en el Pueblo de Dios, la llamada al Sacerdocio ministerial convoca «a participar en el Sacerdocio de Cristo» y a unirse a Él para «ser los pastores de la Iglesia con la palabra y la gracia de Dios». En una ocasión Benedicto XVI señaló a los jóvenes que, al seguir a Jesús, “serán felices de servir, serán testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, serán llamas vivas de un amor infinito y eterno, y aprenderán a dar razón de su esperanza”.  Para responder a la invitación del Señor, a la llamada que Jesús repite: “Ven y sígueme”, es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino, pues seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Jesús, al ponerlo en primer lugar frente a lo que forma parte de nuestra vida, como la familia, el trabajo, intereses personales y nosotros mismos.
La vocación al Sacerdocio ministerial se inserta en el ámbito más amplio de la vocación cristiana bautismal de la que todos participamos, mediante la cual el Pueblo de Dios, constituido por Cristo a través de «una comunión de vida, de amor y de unidad, es asumido también como instrumento de redención universal y enviado a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra». La llamada es actual porque se nos llama a ser Sacerdotes de este momento, del siglo XXI, pero Sacerdotes para predicando a Cristo en toda su verdad y plenitud.
Sera misión de todos los Cristianos cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio. Escuchemos la voz de Cristo, que invita a todos “a rogar al Dueño de la mies que mande operarios a su mies” (Mt 9, 38; Lc 10, 2), con particular atención a las vocaciones a la vida consagrada y al Sacerdocio, que en la actualidad no pasan por su mejor momento.
Es necesario sostener las iniciativas que permiten acoger el don divino de nuevas vocaciones en nuestras Parroquias, Hermandades o en las propias familias: sobre todo con la oración personal y comunitaria, siguiendo en la certeza de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales al sacerdocio y a la vida consagrada, para que sean signos de esperanza para el mundo. Algunos momentos del año litúrgico favorecen este fin, por ello se estableció la celebración anual de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones en el IV Domingo de Pascua, llamado del Buen Pastor. Todos los que nos sentimos llamados a participar del Sacerdocio de Cristo tenemos que sentirnos identificados con la figura humilde y a la vez portentosa del Buen Pastor, Él está dispuesto a buscar la oveja que se perdió. Cuantas veces a lo largo de nuestra futura vida Sacerdotal tendremos que hacer esto, en la actualidad tenemos la peculiaridad de tener una oveja dentro de la Iglesia y el resto fuera. Es sin duda un verdadero compromiso.
Con generosidad y espíritu eclesial, tenemos que estar abiertos y promover no sólo las vocaciones para el servicio de la propia Diócesis o de la propia nación, sino también a favor de otras Iglesias particulares, según las necesidades de la Iglesia universal, secundando la acción de Dios, que llama libremente a algunos al Sacerdocio ministerial en una Iglesia particular, a otros a ejercer el ministerio en un Instituto de vida consagrada o en una Sociedad de vida apostólica, y a otros en la Missio ad gentes. Es una riqueza que siendo todos llamados al Sacerdocio, luego es el Señor quien nos ira llevando por los que caminos que nos tenga preparados. El concilio Vaticano propuso a los Sacerdotes que busquen en María Santísima el modelo perfecto de su propia existencia, invocándola como “Madre del Sumo y Eterno Sacerdote” invitando además a los Presbíteros “a venerarla y amarla con devoción y culto filial”. Bajo el manto de la Madre de Misericordia están la vida y la acción de los Sacerdotes, y de los Seminaristas que nos preparamos para un día llegar a serlo. A ella también rogamos por las Vocaciones al Sacerdocio, para que interceda ante su hijo y siga bendiciéndonos con numerosas y santas vocaciones al servicio de nuestra Iglesia de Huelva y de la Iglesia Universal.

José Manuel Romero Martín.
Seminarista del Seminario Diocesano de Huelva.

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